Estimados, he bajado de Revista El Periodista este texto, subido hoy al sitio de esa publicación chilena. Es el texto ampliado de la entrevista publicada el 12 de Diciembre del 2012, y me parece importante su lectura.
Emilio Meneses:
“Las acusaciones de Agüero y la FACH fueron instrumentos para silenciarme y sacarme del camino”
El ex académico de la UC, acusado por el ex preso político de ser torturador en el Estadio Nacional, dice hoy que se montó una operación en su contra, que Felipe Agüero fue usado en ella y que el objetivo era evitar que siguiera criticando la millonaria compra de aviones F-16 a EEUU.
Por José Higuera V.
Hasta el 2001 el Doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford, Emilio Meneses Ciuffardi, llevaba adelante una brillante carrera académica, como profesor encargado de la Cátedra de Postgrado en Defensa del Instituto de Ciencia Política de la UC, que se financiaba mediante becas entregadas por el Ministerio de Defensa.
Sus opiniones eran requeridas por los medios, y participaba de importantes eventos de nivel académico internacional del área de la Seguridad y la Defensa en Chile y en el exterior.
Todo eso cambió a principios de 2001, cuando el catedrático y ex detenido político en el Estadio Nacional, Felipe Agüero, le denunció como uno de sus torturadores en ese recinto tras el golpe de Estado. A continuación, fue también acusado de ofrecer servicios de lobby a empresas fabricantes de aviones de combate.
Aunque Meneses insistió en su inocencia, se vio finalmente forzado a dejar sus actividades académicas, y hoy está dedicado a su profesión original de Ingeniero Agrónomo.
-¿Cómo se produce la primera denuncia, por tortura?
A principios del 2001 Felipe Agüero me acusó de haberle torturado en el Estadio Nacional, mediante una nota en un diario editado por un pariente de él y en cartas a la PUC. Fue el comienzo de una compleja operación en mi contra. Aún no hay una explicación lógica del porque decidió levantar esta acusación recién entonces, más de una década después de restaurada la democracia. El sabía que yo desarrollaba actividades académicas en la PUC desde mucho antes. Nada lo explica en términos de buscar beneficio, reparación o justicia. -
-Pero usted estuvo en el Estadio Nacional interrogando detenidos ¿Cómo es que eso ocurre?
Olvidé postergar el SMO como estudiante y debí cumplir con esa obligación como aspirante en el curso CAOR de la Reserva Naval en el verano, sin interrumpir mis estudios de Veterinaria. En Marzo de 1973 egresé como Subteniente de reserva de la Armada. El 20 de Septiembre de ese mismo año debí acuartelarme, y el 22 de Septiembre se me destinó a un equipo destacado por la Armada en el Estadio Nacional. Nuestra tarea era interrogar a los detenidos, para clasificarlos y recoger su versión respecto de las circunstancias de su detención. Estuve allí hasta el 13 de Octubre, cuando se aceptó mi solicitud de licencia para reincorporarme a mis estudios de Veterinaria en la Universidad de Chile.
-¿Se aplicaban torturas en esos interrogatorios, que usted dice eran sólo para clasificar a los detenidos?
Interrogar, perfilar y clasificar a los detenidos era nuestra tarea. Nada más. Pero había otros equipos en el recinto del Estadio Nacional, pertenecientes a otras ramas de las FFAA, en otras actividades. El ambiente allí no era nada agradable, no sólo para los detenidos. Era evidente que otros equipos trataban con excesiva violencia a estos últimos. En ocasiones retuvimos con nosotros a algunos detenidos, para evitar que pasaran a manos de esos otros equipos, y tuvimos problemas con algunos jefes por eso. La verdad es que me sorprendió mucho que nos enviaran al estadio siendo oficiales de reserva, porque yo esperaba que nos pusieran a patrullar las calles o algo así.
-¿Por qué le sorprende tanto que le hayan enviado al Estadio Nacional?
Me sorprendió mucho cuando ocurrió. Pero hoy, después de analizarlo con la perspectiva que dan el tiempo y los años, me parece errado, por decir lo menos. Creo que los mandos que tomaron la decisión de enviar reservistas como nosotros a lugares como ese, a desarrollar tareas que tienen bien merecido el calificativo de irregulares, lo hicieron presionados por las demandas del momento, echaron mano a lo que la legislación les autorizaba, dejando fuera al cuerpo de oficiales de línea y al cuadro permanente. Recuerdo claramente que meses después, oficiales de línea me comentaron que mandar reservistas al Estadio fue un acto poco honorable y que seguramente iva a traer consecuencias que habría que lamentar. En esa perspectiva, los reservistas que fuimos enviados allí somos también víctimas.
Pero también hubo otra denuncia en su contra…
Si. El Jefe de la FACH de la época, General del Aire Patricio Ríos, molesto por mis críticas a la selección del F16, hizo llegar al rector de la PUC una acusación por escrito en mi contra. Me acusó de realizar actividades de lobby contrarias a la ética profesional, solicitando dinero a cambio de apoyar a los ofertantes estadounidenses de aviones de combate, y que además había revelado secretos militares de Chile. Aunque el oficial que el general envió como emisario rehusó dejar el documento acusatorio, alegando ordenes de su superior, la PUC inició una indagación formal que duró 9 meses, donde no se probó nada.
-Pero usted prestó servicios a empresas…
Efectivamente, presté servicios como analista a algunas empresas, elaborando informes sobre las necesidades y requerimientos de Chile y las condiciones o escenarios para la compra de los aviones de combate. Al respecto, debo subrayar que elaboré esos informes sin entregar datos sensibles para la seguridad nacional. Pero nunca hice lobby, recomendando la compra de tal o cual aeronaves a las autoridades encargadas de tomar la decisión. Pueden acusarme de ser muy arrogante, lo que asumo, pero no de ser un vendido.
-¿Y todo lo que ocurrió fue producto de esa acusación, incluyendo el fin de su carrera académica?
La acusación del General Ríos fue avalada por el Coronel de la USAF Mark Meyer, que había sido jefe del Grupo Militar en la Embajada de EEUU, que dijo que yo había ofrecido hacer lobby en favor de los fabricantes de aviones estadounidenses. En esos mismos días un periodista, cuyo nombre no puedo mencionar, me advirtió que había una operación de asesinato de imagen en mi contra. Le pregunté cómo sabía él esto. Me dijo que la información provenía de un analista de “La Oficina”, el organismo del Ministerio de Interior precursor de la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), con quien se había encontrado casualmente un par de meses antes. Al final terminó siendo la palabra del Jefe la FACH y un coronel de los EEUU, es decir dos personas con objetivos e intereses muy evidentes, contra la mía. Pero la investigación realizada por la PUC fue muy seria al revisar eso, y no encontró méritos que avalaran la acusación. Y por eso nunca se llegó a abrir un sumario en mi contra.
-¿Cuáles eran esos objetivos e intereses evidentes?
Querían que nada impidiese concretar la compra de los F-16 estadounidenses. Yo venía criticando la marcada preferencia por los aviones estadounidenses, especialmente en círculos de gobierno. Creo que mis críticas se tornaron particularmente molestas, porque a ellos les resultaba muy difícil rebatir mis argumentos. Yo advertía que comprar material estadounidense era entregarse a la manipulación de Washington, que ya estaba poniendo trabas y condiciones para la entrega del armamento que necesitarían los F-16, limitando nuestra independencia. Eso incomodaba al Gobierno y otras partes interesadas en concretar la compra de esos aviones. Como otros, El Ministro de Defensa Mario Fernández tenía una fijación ideológica con la idea de incrementar la influencia de EEUU en los asuntos de Chile, profundizando la dependencia militar. La acusación de Agüero y la FACH fueron instrumentos para silenciarme y sacarme del camino. Las autoridades políticas de ese momento, que antes me consultaban y pretendían ser amigas, tuvieron una conducta muy farisea. Me atacaron, dando por cierta la infundada acusación de lobby y comportándose como si no hubieran sabido desde antes que estuve en el Estadio Nacional en 1973.
¿Había mucha gente, ligada a la Concertación y sus gobiernos, que estaba en conocimiento de que usted estuvo en el Estadio Nacional, formando parte de un equipo de la Armada?
Muchos sabían, entre ellos Rodrigo Atria, que se incorporó como asesor al Ministerio de Defensa apenas se restableció la democracia en 1990 y que estuvo detenido en el Estadio Nacional. Me conoce desde el colegio y estuvo conmigo en el estadio. Fue fichado por nosotros e hicimos todo lo posible por ayudarle en la declaración que prestó. Se trata de un asesor que trabajó con todos los ministros de Defensa de la Concertación, y con quien muchas veces me encontré en debates públicos y académicos sobre los temas de esa cartera a lo largo de los años noventas. Otras personas, también ligadas a la Concertación y que también sabían desde antes que estuve en el Estadio Nacional, se comportaron como si recién se hubiesen enterado cuando Agüero me acusó. Es gente que habla mucho de los DDHH y la Justicia, pero que guardó silencio cuando la Concertación ascendió y promovió a autoridades militares que sí tuvieron participación en hechos repudiables. Es por eso que creo que, en buena medida, la reacción generada por la acusación de Agüero fue en realidad parte de una operación contra mía. Simplemente se trataba de acabar con Emilio Meneses.
¿Sugiere que el Sr. Agüero fue cómplice de un complot en su contra
No, yo no creo eso. Yo creo que él actuó inocentemente en esto, y que fue manipulado. Su experiencia en el Estadio Nacional fue evidentemente traumática, y es comprensible que me deteste aunque, insisto, yo no le torturé. -
Ok. Pero Felipe Agüero aún sostiene que usted le torturó…
Tiempo después de sucedido lo de su acusación y mi muy mala reacción frente a ella, Agüero le reconoció en privado a mis hijos que yo no lo torturé. Lo dijo en privado, en forma breve pero muy significativa. Yo creo que, así como yo he podido llegar a entender muchas cosas del pasado en la perspectiva que da el tiempo, me imagino que Agüero también ha llegado a comprender que, sin saberlo, fue usado por otros. A él yo le reconozco un gran valentía moral en el haber hablado con mis hijos, aunque ello haya resultado algo tardío.
-Usted dice que mucha gente sabía desde antes que estuvo en el Estadio Nacional, cuando era empleado como centro de detención en 1973. ¿Fue llamado por la Comisión de Verdad y Reconciliación o por otras instancias de investigación?
No, a la Comisión de Verdad y Reconciliación no me llamaron, pero si debí colaborar en varias oportunidades con la Justicia, en calidad de testigo, debido a mi presencia en el Estadio Nacional en las mismas fechas en que ocurrieron los hechos que se investigaban. En esa condición me llamaron desde varios tribunales de Primera y Segunda instancia, para prestar declaración.
-¿Qué ocurrió después que la PUC cerró la indagación?
Yo había dejado de hacer clases por propia iniciativa, con la idea de retomar mis actividades académicas una vez demostrada la falsedad de las acusaciones. Pero los medios e internet hervían con versiones que distorsionaban más y más los hechos, especialmente en relación a lo del Estadio Nacional, muchas veces tergiversando o descontextualizando cosas que yo mismo les había dicho. En la PUC pocos se atrevían a defenderme y muchos que antes parecían amigos me atacaron con una furia que aún no puedo explicarme. Fue algo increíble e inesperado, que llevó un decano de la PUC a expresar su sorpresa “ante tantos interesados en hacer leña del árbol caído”. Debo reconocer que yo compliqué la situación siguiendo malos consejos legales y demandando a Agüero por injurias. Eso mantuvo el caso abierto innecesariamente por meses, para finalmente perderlo. Un prestigioso abogado me explicó más tarde que ningún tribunal iba a fallar contra un preso político del régimen militar, y menos bajo un gobierno encabezado por un socialista.
-Pero usted no volvió a sus actividades académicas…
No. Aunque la PUC me encontró inocente de los cargos de lobby, la verdad es que la campaña de asesinato de imagen desarrollada en contra mía había logrado sus objetivos. Grupos de estudiantes seguían protestando en mi contra, generando muchas interferencias a la actividad académica de la universidad, y no se daban las condiciones para que yo volviera a las aulas. Yo tuve que reconocer eso. La PUC, que no podía despedirme, se allanó a pactar una salida con garantías, bajo las cuales yo renuncié a mi cargo de profesor en esa universidad. Fue algo muy doloroso para mí, pero no había otra opción. Lo he analizado con la perspectiva que dan el tiempo y la distancia, llegando a la conclusión de que era lo único posible en ese momento. Yo hice mi carrera académica exclusivamente en base a mis méritos. Muchos podrían quejarse de mi aparente arrogancia y celo, pero no cuestionar mi desempeño académico, donde siempre llamé negro al negro y blanco al blanco. Pero nada de eso sirvió en este país endogámico. Hice frente toda la operación de asesinato de imagen lanzada en mi contra sin contar con una red política, comunicacional o social de apoyo. Enfrenté una alianza fáctica de enormes proporciones, donde se mezclaron muy perversamente los fines de beneficio pecuniario de unos, los ajustes de cuentas de otros, el escándalo periodístico por un lado y el escarnio ideológico por otro. Pero no todo está dicho todavía…
-¿Tiene antecedentes a su favor que aún no ha revelado?
Durante los últimos diez años he estado estudiando e investigando lo que ocurrió, como ocurrió y quienes intervinieron; como creo que cualquier persona que haya vivido una situación similar lo haría. Lo he hecho en la medida de mis posibilidades y tiempo, y me he sorprendido de encontrar mucha gente dispuesta a ayudarme con alguna pieza de información.
-¿Está preparado para revelar algo de eso?
No todavía. Es una decisión que aún no he tomado. Lo estoy tomando con calma. No es un asunto de venganza, sino de poner al descubierto lo que se montó en mi contra y cuáles fueron las motivaciones. Eso es lo que más me importa. Los nombres de los que operaron son secundarios, aunque no necesariamente irrelevantes. Eventualmente podría ser necesario revelar nombres y el papel que jugaron en la operación.
Continúa...
Emilio Meneses:
“Las acusaciones de Agüero y la FACH fueron instrumentos para silenciarme y sacarme del camino”
El ex académico de la UC, acusado por el ex preso político de ser torturador en el Estadio Nacional, dice hoy que se montó una operación en su contra, que Felipe Agüero fue usado en ella y que el objetivo era evitar que siguiera criticando la millonaria compra de aviones F-16 a EEUU.
Por José Higuera V.
Hasta el 2001 el Doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford, Emilio Meneses Ciuffardi, llevaba adelante una brillante carrera académica, como profesor encargado de la Cátedra de Postgrado en Defensa del Instituto de Ciencia Política de la UC, que se financiaba mediante becas entregadas por el Ministerio de Defensa.
Sus opiniones eran requeridas por los medios, y participaba de importantes eventos de nivel académico internacional del área de la Seguridad y la Defensa en Chile y en el exterior.
Todo eso cambió a principios de 2001, cuando el catedrático y ex detenido político en el Estadio Nacional, Felipe Agüero, le denunció como uno de sus torturadores en ese recinto tras el golpe de Estado. A continuación, fue también acusado de ofrecer servicios de lobby a empresas fabricantes de aviones de combate.
Aunque Meneses insistió en su inocencia, se vio finalmente forzado a dejar sus actividades académicas, y hoy está dedicado a su profesión original de Ingeniero Agrónomo.
-¿Cómo se produce la primera denuncia, por tortura?
A principios del 2001 Felipe Agüero me acusó de haberle torturado en el Estadio Nacional, mediante una nota en un diario editado por un pariente de él y en cartas a la PUC. Fue el comienzo de una compleja operación en mi contra. Aún no hay una explicación lógica del porque decidió levantar esta acusación recién entonces, más de una década después de restaurada la democracia. El sabía que yo desarrollaba actividades académicas en la PUC desde mucho antes. Nada lo explica en términos de buscar beneficio, reparación o justicia. -
-Pero usted estuvo en el Estadio Nacional interrogando detenidos ¿Cómo es que eso ocurre?
Olvidé postergar el SMO como estudiante y debí cumplir con esa obligación como aspirante en el curso CAOR de la Reserva Naval en el verano, sin interrumpir mis estudios de Veterinaria. En Marzo de 1973 egresé como Subteniente de reserva de la Armada. El 20 de Septiembre de ese mismo año debí acuartelarme, y el 22 de Septiembre se me destinó a un equipo destacado por la Armada en el Estadio Nacional. Nuestra tarea era interrogar a los detenidos, para clasificarlos y recoger su versión respecto de las circunstancias de su detención. Estuve allí hasta el 13 de Octubre, cuando se aceptó mi solicitud de licencia para reincorporarme a mis estudios de Veterinaria en la Universidad de Chile.
-¿Se aplicaban torturas en esos interrogatorios, que usted dice eran sólo para clasificar a los detenidos?
Interrogar, perfilar y clasificar a los detenidos era nuestra tarea. Nada más. Pero había otros equipos en el recinto del Estadio Nacional, pertenecientes a otras ramas de las FFAA, en otras actividades. El ambiente allí no era nada agradable, no sólo para los detenidos. Era evidente que otros equipos trataban con excesiva violencia a estos últimos. En ocasiones retuvimos con nosotros a algunos detenidos, para evitar que pasaran a manos de esos otros equipos, y tuvimos problemas con algunos jefes por eso. La verdad es que me sorprendió mucho que nos enviaran al estadio siendo oficiales de reserva, porque yo esperaba que nos pusieran a patrullar las calles o algo así.
-¿Por qué le sorprende tanto que le hayan enviado al Estadio Nacional?
Me sorprendió mucho cuando ocurrió. Pero hoy, después de analizarlo con la perspectiva que dan el tiempo y los años, me parece errado, por decir lo menos. Creo que los mandos que tomaron la decisión de enviar reservistas como nosotros a lugares como ese, a desarrollar tareas que tienen bien merecido el calificativo de irregulares, lo hicieron presionados por las demandas del momento, echaron mano a lo que la legislación les autorizaba, dejando fuera al cuerpo de oficiales de línea y al cuadro permanente. Recuerdo claramente que meses después, oficiales de línea me comentaron que mandar reservistas al Estadio fue un acto poco honorable y que seguramente iva a traer consecuencias que habría que lamentar. En esa perspectiva, los reservistas que fuimos enviados allí somos también víctimas.
Pero también hubo otra denuncia en su contra…
Si. El Jefe de la FACH de la época, General del Aire Patricio Ríos, molesto por mis críticas a la selección del F16, hizo llegar al rector de la PUC una acusación por escrito en mi contra. Me acusó de realizar actividades de lobby contrarias a la ética profesional, solicitando dinero a cambio de apoyar a los ofertantes estadounidenses de aviones de combate, y que además había revelado secretos militares de Chile. Aunque el oficial que el general envió como emisario rehusó dejar el documento acusatorio, alegando ordenes de su superior, la PUC inició una indagación formal que duró 9 meses, donde no se probó nada.
-Pero usted prestó servicios a empresas…
Efectivamente, presté servicios como analista a algunas empresas, elaborando informes sobre las necesidades y requerimientos de Chile y las condiciones o escenarios para la compra de los aviones de combate. Al respecto, debo subrayar que elaboré esos informes sin entregar datos sensibles para la seguridad nacional. Pero nunca hice lobby, recomendando la compra de tal o cual aeronaves a las autoridades encargadas de tomar la decisión. Pueden acusarme de ser muy arrogante, lo que asumo, pero no de ser un vendido.
-¿Y todo lo que ocurrió fue producto de esa acusación, incluyendo el fin de su carrera académica?
La acusación del General Ríos fue avalada por el Coronel de la USAF Mark Meyer, que había sido jefe del Grupo Militar en la Embajada de EEUU, que dijo que yo había ofrecido hacer lobby en favor de los fabricantes de aviones estadounidenses. En esos mismos días un periodista, cuyo nombre no puedo mencionar, me advirtió que había una operación de asesinato de imagen en mi contra. Le pregunté cómo sabía él esto. Me dijo que la información provenía de un analista de “La Oficina”, el organismo del Ministerio de Interior precursor de la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), con quien se había encontrado casualmente un par de meses antes. Al final terminó siendo la palabra del Jefe la FACH y un coronel de los EEUU, es decir dos personas con objetivos e intereses muy evidentes, contra la mía. Pero la investigación realizada por la PUC fue muy seria al revisar eso, y no encontró méritos que avalaran la acusación. Y por eso nunca se llegó a abrir un sumario en mi contra.
-¿Cuáles eran esos objetivos e intereses evidentes?
Querían que nada impidiese concretar la compra de los F-16 estadounidenses. Yo venía criticando la marcada preferencia por los aviones estadounidenses, especialmente en círculos de gobierno. Creo que mis críticas se tornaron particularmente molestas, porque a ellos les resultaba muy difícil rebatir mis argumentos. Yo advertía que comprar material estadounidense era entregarse a la manipulación de Washington, que ya estaba poniendo trabas y condiciones para la entrega del armamento que necesitarían los F-16, limitando nuestra independencia. Eso incomodaba al Gobierno y otras partes interesadas en concretar la compra de esos aviones. Como otros, El Ministro de Defensa Mario Fernández tenía una fijación ideológica con la idea de incrementar la influencia de EEUU en los asuntos de Chile, profundizando la dependencia militar. La acusación de Agüero y la FACH fueron instrumentos para silenciarme y sacarme del camino. Las autoridades políticas de ese momento, que antes me consultaban y pretendían ser amigas, tuvieron una conducta muy farisea. Me atacaron, dando por cierta la infundada acusación de lobby y comportándose como si no hubieran sabido desde antes que estuve en el Estadio Nacional en 1973.
¿Había mucha gente, ligada a la Concertación y sus gobiernos, que estaba en conocimiento de que usted estuvo en el Estadio Nacional, formando parte de un equipo de la Armada?
Muchos sabían, entre ellos Rodrigo Atria, que se incorporó como asesor al Ministerio de Defensa apenas se restableció la democracia en 1990 y que estuvo detenido en el Estadio Nacional. Me conoce desde el colegio y estuvo conmigo en el estadio. Fue fichado por nosotros e hicimos todo lo posible por ayudarle en la declaración que prestó. Se trata de un asesor que trabajó con todos los ministros de Defensa de la Concertación, y con quien muchas veces me encontré en debates públicos y académicos sobre los temas de esa cartera a lo largo de los años noventas. Otras personas, también ligadas a la Concertación y que también sabían desde antes que estuve en el Estadio Nacional, se comportaron como si recién se hubiesen enterado cuando Agüero me acusó. Es gente que habla mucho de los DDHH y la Justicia, pero que guardó silencio cuando la Concertación ascendió y promovió a autoridades militares que sí tuvieron participación en hechos repudiables. Es por eso que creo que, en buena medida, la reacción generada por la acusación de Agüero fue en realidad parte de una operación contra mía. Simplemente se trataba de acabar con Emilio Meneses.
¿Sugiere que el Sr. Agüero fue cómplice de un complot en su contra
No, yo no creo eso. Yo creo que él actuó inocentemente en esto, y que fue manipulado. Su experiencia en el Estadio Nacional fue evidentemente traumática, y es comprensible que me deteste aunque, insisto, yo no le torturé. -
Ok. Pero Felipe Agüero aún sostiene que usted le torturó…
Tiempo después de sucedido lo de su acusación y mi muy mala reacción frente a ella, Agüero le reconoció en privado a mis hijos que yo no lo torturé. Lo dijo en privado, en forma breve pero muy significativa. Yo creo que, así como yo he podido llegar a entender muchas cosas del pasado en la perspectiva que da el tiempo, me imagino que Agüero también ha llegado a comprender que, sin saberlo, fue usado por otros. A él yo le reconozco un gran valentía moral en el haber hablado con mis hijos, aunque ello haya resultado algo tardío.
-Usted dice que mucha gente sabía desde antes que estuvo en el Estadio Nacional, cuando era empleado como centro de detención en 1973. ¿Fue llamado por la Comisión de Verdad y Reconciliación o por otras instancias de investigación?
No, a la Comisión de Verdad y Reconciliación no me llamaron, pero si debí colaborar en varias oportunidades con la Justicia, en calidad de testigo, debido a mi presencia en el Estadio Nacional en las mismas fechas en que ocurrieron los hechos que se investigaban. En esa condición me llamaron desde varios tribunales de Primera y Segunda instancia, para prestar declaración.
-¿Qué ocurrió después que la PUC cerró la indagación?
Yo había dejado de hacer clases por propia iniciativa, con la idea de retomar mis actividades académicas una vez demostrada la falsedad de las acusaciones. Pero los medios e internet hervían con versiones que distorsionaban más y más los hechos, especialmente en relación a lo del Estadio Nacional, muchas veces tergiversando o descontextualizando cosas que yo mismo les había dicho. En la PUC pocos se atrevían a defenderme y muchos que antes parecían amigos me atacaron con una furia que aún no puedo explicarme. Fue algo increíble e inesperado, que llevó un decano de la PUC a expresar su sorpresa “ante tantos interesados en hacer leña del árbol caído”. Debo reconocer que yo compliqué la situación siguiendo malos consejos legales y demandando a Agüero por injurias. Eso mantuvo el caso abierto innecesariamente por meses, para finalmente perderlo. Un prestigioso abogado me explicó más tarde que ningún tribunal iba a fallar contra un preso político del régimen militar, y menos bajo un gobierno encabezado por un socialista.
-Pero usted no volvió a sus actividades académicas…
No. Aunque la PUC me encontró inocente de los cargos de lobby, la verdad es que la campaña de asesinato de imagen desarrollada en contra mía había logrado sus objetivos. Grupos de estudiantes seguían protestando en mi contra, generando muchas interferencias a la actividad académica de la universidad, y no se daban las condiciones para que yo volviera a las aulas. Yo tuve que reconocer eso. La PUC, que no podía despedirme, se allanó a pactar una salida con garantías, bajo las cuales yo renuncié a mi cargo de profesor en esa universidad. Fue algo muy doloroso para mí, pero no había otra opción. Lo he analizado con la perspectiva que dan el tiempo y la distancia, llegando a la conclusión de que era lo único posible en ese momento. Yo hice mi carrera académica exclusivamente en base a mis méritos. Muchos podrían quejarse de mi aparente arrogancia y celo, pero no cuestionar mi desempeño académico, donde siempre llamé negro al negro y blanco al blanco. Pero nada de eso sirvió en este país endogámico. Hice frente toda la operación de asesinato de imagen lanzada en mi contra sin contar con una red política, comunicacional o social de apoyo. Enfrenté una alianza fáctica de enormes proporciones, donde se mezclaron muy perversamente los fines de beneficio pecuniario de unos, los ajustes de cuentas de otros, el escándalo periodístico por un lado y el escarnio ideológico por otro. Pero no todo está dicho todavía…
-¿Tiene antecedentes a su favor que aún no ha revelado?
Durante los últimos diez años he estado estudiando e investigando lo que ocurrió, como ocurrió y quienes intervinieron; como creo que cualquier persona que haya vivido una situación similar lo haría. Lo he hecho en la medida de mis posibilidades y tiempo, y me he sorprendido de encontrar mucha gente dispuesta a ayudarme con alguna pieza de información.
-¿Está preparado para revelar algo de eso?
No todavía. Es una decisión que aún no he tomado. Lo estoy tomando con calma. No es un asunto de venganza, sino de poner al descubierto lo que se montó en mi contra y cuáles fueron las motivaciones. Eso es lo que más me importa. Los nombres de los que operaron son secundarios, aunque no necesariamente irrelevantes. Eventualmente podría ser necesario revelar nombres y el papel que jugaron en la operación.
Continúa...
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